domingo, 27 de julio de 2008

Espadas antiguas de Venezuela

Fotos de espadas antiguas venezolanas

de anticuarios




Espada de Bolívar


Qué significan las palabras política, libertad y democracia


Manuel Caballero // La verdadera historia de la democracia
Sobre el tema que sirve de título a estas notas, fuimos invitados a disertar Germán Carrera Damas y yo por tres importantes instituciones zulianas: la Universidad Católica "Cecilio Acosta", el diario La Verdad y el Centro de Formación Política.

Si expongo aquí de manera sintética la parte introductoria de mi intervención, es porque considero necesario precisar los significados del tema; que contienen términos y formulaciones utilizados con suma frecuencia y que por estar muy imbricados, se tiende a confundir algunos, a considerarlos sinónimos.
Lo de "verdadero" alude al mayor reto que los historiadores venezolanos enfrentamos hoy. No significa que nos oponemos a una falsificación simple de los hechos históricos, y en todo caso, no debemos caer en la trampa de plantearlo así. Porque eso podría llevarnos al diálogo de sordos, tan del gusto de todos los fundamentalismos.El mito y la leyenda
Y porque la falsificación es solo una parte del problema. El verdadero peligro reside en la tentativa de abolir la historia, para sustituirla por el mito, por la leyenda y a la vez, para echar a la multitud de la historia. Abolir la historia no es sólo expulsar de ella los hechos que no se inscriban en esa óptica y en esa perspectiva, sino también borrar de su escritura todo atisbo de crítica, para sustituirla por un amasijo de lugares comunes, más cercano de las tiras cómicas (donde la sociedad se reparte entre "los buenos" que son los nuestros y "los malos" que son los otros) que de una historia digna de tal nombre. Porque lo que se busca con la obsesiva repetición de mitos y leyendas guerreros es imponer la conclusión de que la nuestra es una historia sólo militar y para nada civil. Lo que revela la verdadera esencia de lo propuesto: la justificación del autoritarismo militar.
En cuanto a lo de "historia", no pretendemos juzgar los acontecimientos históricos para repartir culpas y perdones. Dicho en otros términos, que no concebimos la labor histórica en términos morales ni tribunalicios. Ni asexuado ni imparcial
Esto no quiere decir que no los consideremos muy importantes, sino que lo hacemos en la medida en que tengan una significación histórica. Tampoco quiere decir que el historiador deba ser asexuado, que se abstenga de emitir opinión y sobre todo, que rehuya su responsabilidad social. De lo que se trata es, en primer lugar, de comprender la acción del colectivo y de los individuos situándolos en su época y en su contexto preciso.
En cuanto a lo de democracia, lo primero es examinar la relación entre la libertad y la democracia. En el lenguaje corriente, se suele confundirlas. En verdad, son términos independientes y, en el caso de la libertad, ella puede existir y de hecho lo ha sido, antes de la aparición de la democracia moderna.

Partimos de la base de que la libertad no ha existido nunca y de que a Dios gracias, no existirá jamás en este mundo. Lo que queremos decir con esto es que históricamente no existe una libertad abstracta sino libertades concretas. En tales condiciones, tenemos de la libertad una idea dinámica, no estática. Es decir, que en lugar de "libertad", hablaremos de "liberación".Un ámbito mayor
Para comenzar, se impone delimitar el espacio que ocupan y la relación entre política y democracia. La política es un ámbito mayor que la democracia. Esta última puede a veces no ser más que la dictadura de la mayoría. La política parte del reconocimiento de la existencia del adversario, que deja de ser considerado enemigo; y, en consecuencia, el abandono de las soluciones de fuerza, de las armas, por la palabra, la persuasión, el diálogo. Hace cinco siglos, Maquiavelo planteó eso como la oposición entre la potestà assoluta y el vivere politico.
En cuanto al término mismo de la democracia, no lo concebimos sólo como la sucesión de gobiernos democráticos; ni sólo como la existencia de las libertades civiles y los derechos individuales.

Para nosotros, la democracia existe incluso cuando aquellos elementos faltan o escasean. La democracia significa sobre todo la conciencia popular de su propia fuerza; lo cual es el prerrequisito para entrar en el reino de lo político. Sin mucho sentido
Partiendo de esa base, pierden mucho si no todo su sentido algunas discusiones sobre si la democracia venezolana comienza con López Contreras o con un Medina Angarita que se adelantó a Betancourt ampliando el padrón electoral; sobre si Betancourt es el Padre de la Democracia, o si la democracia venezolana nació el 23 de enero.
No. La democracia, aquí o en Tokio nace sólo en un lugar, tiene un solo padre: la calle. Signifique eso una manifestación, una insurrección popular o una marejada de votos. El nacimiento de la venezolana como sociedad democrática no proviene de la buena entraña del general López Contreras, sino de la manifestación popular del 14 de febrero. La ampliación del voto popular no proviene de Medina, sino de las masas que acogieron en forma torrentosa el Estatuto Electoral promulgado después del 18 de octubre; no nació en 1958 de las Fuerzas Armadas que le sacaron la silla de abajo a la dictadura, sino de las "tres gloriosas" jornadas de calle del 21, 22 y 23 de enero.
Tampoco idealizamos la democracia: conocer su fuerza puede llevar al pueblo por caminos equivocados. Así los fascismos europeos se hicieron del poder usando los mecanismos de la democracia. La idea de que el pueblo nunca se equivoca parte de la consideración del pueblo sólo como clientela: proviene directamente de la frase favorita de todos los comerciantes: "el cliente siempre tiene la razón".
hemeze@cantv.net

sábado, 26 de julio de 2008

Elías Pino Iturrieta // Para un boceto oportuno de Bolívar


Un tratamiento serio del héroe debe también ocuparse de su entendimiento de la autoridad Bolívar siempre es oportuno en Venezuela, diría el común de los ciudadanos que acuden a su presencia buscando el remiendo de su capote, pero no se trata ahora de verlo como pontífice de la actualidad sino sólo de tratar de ubicarlo con algún equilibrio frente a las referencias huecas e irresponsables, que hacen Chávez y el chavismo sobre cómo atendió los retos de su época el grande hombre. Como estamos conmemorando un nuevo aniversario del nacimiento del Libertador, pueden calzar en el ambiente las letras que vienen de seguidas.

Un primer aspecto del boceto debe detenerse en la procedencias social del héroe: era criatura robusta de la aristocracia provincial, rasgo que habitualmente se señala sin pensar en lo que significó de veras en su tiempo.

En una figura del mantuanaje que desarrolla su actividad cuando comienza el siglo XIX se resumen un conjunto de valores propios de una ortodoxia de cuño hispánico, cuya carga no se puede eliminar como si se tratara de un cambio de camisa.

Los mantuanos de la época ejercen autoridad sobre las castas y las esclavitudes por mandato de Dios, así como administran los asuntos comarcales por convenio antiguo con la Corona. De allí el manejo de influencias y bienes materiales a los que tienen derecho exclusivo y excluyente; y el fomento de una noción de superioridad que los hace, no sólo distantes sino también inaccesibles frente a las vivencias del pueblo.

El héroe nace en una de esas cunas de oro en las cuales se aclimata el estamento más encumbrado y pretencioso de entonces. No sólo da sus primeros pasos entre la gente principal, así entendida, sino que también se forma hasta la juventud sin nexos de interés con los dependientes. Estamos frente a una manera usual de entender el ambiente que no puede traspasar un individuo partiendo de la sola fuerza de su voluntad, ni el más atrevido de los blancos criollos, a menos que sea víctima de la insania. La procedencia no significa petrificación, en el caso del grande hombre, sino evolución hacia formas de republicanismo cuya implantación se pretende a duras penas.

El mantuano pasa a ser otra cosa, para mirar con ojos condescendientes al pueblo y para fundar una administración en la cual deja de lado las distinciones del mundo colonial y los privilegios de su clase, sin expresar una metamorfosis que lo haga irreconocible en relación con el hombre que fue hasta entonces.

Entiende ahora de manera diversa la sensibilidad popular y trata de incorporarla a su repertorio de soluciones, pero parte de una posición de desconfianza hacia la aptitud de quienes deben ejercer la ciudadanía bajo su mando. No los ve como compañeros confiables para un viaje hacia la modernidad, sino apenas como discípulos a quienes debe enseñar las virtudes republicanas que sólo se podrán establecer cuando los párvulos aprendan de quien se proclama como maestro de virtudes cívicas en Venezuela y en Colombia.

En el camino transcurrido por documentos de su autoría, que comienzan en Jamaica para desembocar en Angostura, abundan las evidencias de la mudanza trabajosa que fue capaz de hacer sin traspasar la trama de la mentalidad en la cual se formó. Un tratamiento serio del héroe debe también ocuparse de su entendimiento de la autoridad y de cómo la ejerció o la quiso ejercer sin trabas casi hasta el final de sus días.

Revestido en el manto de unas constituciones de las que fue hábil redactor, no estimó cabalmente aspectos esenciales del ideario liberal, como la alternabilidad en el ejercicio de los cargos públicos, o la beligerancia de los grupos de oposición sin los cuales era imposible la puesta en marcha de una sociabilidad como la que proclamaban los papeles de la Independencia. En los confines que estableció para la creación de una convivencia distinta de la colonial prevaleció la confianza hacia élites letradas y el exagerado encomio de unos hombres de armas que al final le dieron la espalda, pero a quienes mimó como hijos predilectos. ¿Fallas o pecados de un individuo que persigue el poder a todo trance? Apenas peculiaridades dominantes de quien sólo podía llegar hasta la meta marcada por las necesidades de un entorno convulsionado, por la diversidad de los territorios que quiso dominar y por una sociedad conducida a la ruina debido a una guerra en la cual las consideraciones humanitarias sólo se asomaron en las postrimerías.

Faltan mayores elementos para entender al grande hombre, pero ahora se intentó un boceto cuya pretensión se limita a llamar la atención sobre cómo lo han convertido sus sacristanes de la actualidad en una engañifa al servicio de intereses inconfesables. No sé si el boceto sirva a estas alturas de la manipulación chavista, pero queda para el juicio de los desocupados lectores.

Bandera venezolana

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Automóviles de los 40

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