lunes, 25 de abril de 2011

La tragedia del Miércoles Santo en Caracas en los años 1902 y 1952.

Gerónimo Yerena Cabrera
En el culto del Nazareno de San Pablo, en la Basílica de Santa Teresa de nuestra ciudad capital, se recuerda, principalmente, la tragedia ocurrida el miércoles santo, de fecha 9 de abril de 1952. En muchas oportunidades se ha comentado que el único incidente conocido desde que el Nazareno de San Pablo es venerado fue ese miércoles santo; el miércoles santo del año 1902, cincuenta años atrás, ocurrió una tragedia similar, pero de menor proporciones que la del año 1952.

El pueblo caraqueño a principio del siglo XX, recordaba con temor el terremoto ocurrido a las 4.42 am del día 29 de octubre de 1900, llamado de San Simón, más aún, por el hecho de haberse producido un nuevo terremoto en la mañana de ese día. En esa oportunidad se derrumbaron alrededor de 20 casas, y hubo 21 muerto y más de 50 heridos. Esto mantenía a la población con ánimo exaltado, por tal motivo llegada la Semana Santa de 1902, el miércoles santo, los caraqueños se volcaron a hacerle rogativas al Nazareno de San Pablo.
La Basílica de Santa Teresa estaba llena; cuando se celebraba la Misa Mayor, a las 9 am, de repente se escuchó un grito: “¡misericordia, temblor!”. Al parecer fue un cuadro que rodó y calló de la pared, una persona nerviosa lo confundió con un temblor; de inmediato cundió el pánico, que provocó súbitamente un tumulto, todos quisieron salir al mismo tiempo, y un minuto más tarde no quedo nadie en el templo, salvo unos cuantos heridos; no se ha precisado con exactitud el número de muertos, sí es que en verdad los hubo.

Comenta José García de La Concha en su ameno libro Reminiscencias Vida y costumbres de la vieja Caracas, lo siguiente: “En la iglesia sólo quedo el altozano alfombrado de paraguas y sombrillas, faldas y zapatos, carrieles y andaluzas e infinidad de cosas. Muchos años más tarde encontraba a una señora con la oreja partida y nos decía: Mijito, eso fue cuando el zaperoco de Santa Teresa”

Tragedia el 9 de abril de 1952, día Miércoles Santo, en Santa Teresa.

Desde la madrugada de ese día la Basílica de Santa Teresa estaba atiborrada de fieles, algunas puertas estaban clausuradas por reparaciones; Monseñor Hortensio Carrillo inició los sagrados oficios, y de repente, cerca del amanecer, se oyó una voz: “¡Fuego!”; acto seguido se desbordaron en pánico los asistentes, todos trataron, en forma brusca y desordenada, de salir por donde pudieran; con el agravante de la confusión creada por los obstáculos en algunas de las salidas. Inesperadamente la multitud milagrosamente se detuvo y comenzó a salir en forma ordena. En la tragedia hubo 49 muertos, entre ellos, 24 menores de edad, y cientos de heridos.
Este recuerdo perdura aún tristemente en todos los caraqueños de esa época, y con sus diferentes versiones se lo siguen transmitendo a sus descendiente.

yerena.geronimo@gmail.com

sábado, 23 de abril de 2011

Cuál es la historia de los siete potajes en Semana Santa

El día más importante de la Semana Santa, siempre fue en mi casa el jueves. Y lo fue por los "siete potajes".

¿De qué se trata? Pues de la reunión a la mesa a mediodía del jueves santo para compartir un almuerzo en el que por lo menos deben servirse siete preparaciones distintas entre dulces y saladas. Simplemente, una herencia de mis hondas raíces andinas.

En vísperas del ayuno del viernes santo y para conmemorar la ultima cena se acostumbraba en el Siglo XIX celebrar en las casas de las familias mas pudientes el banquete los siete potajes.

Durante el jueves y el viernes santo, debido a la prohibición católica de consumir carnes rojas, en el Táchira, especialmente en las zonas fronterizas, al igual que en el departamento del Norte de Santander, en Colombia, se acostumbra comer una serie de preparaciones en conmemoración de las siete palabras que pronunció Jesús antes de morir.

Estos "siete platillos", como también se les llama, constan de "sopa, arroz, pescado, macarrones, ensalada (zanahoria, cebolla, lechuga, remolacha), torta y dulce.

Tanto las familias más acomodadas como las más humildes preparaban, de acuerdo con sus posibilidades, suculentas comilonas en las que destacaban: fiambres, lechones, pavos, corderos, gallinas, pescados, encurtidos, quesadillas e infinidad de dulces. Todas estas delicias, llamadas “siete potajes”, en la mayoría de los casos consistía básicamente en trucha conservada con sal acompañada con sopa de arvejas, arroz, ensalada, cambur verde sancochado, jugo de frutas y dulce de cabello de ángel.

Según la tradición, el consumir los siete potajes asegurará el tener comida y prosperidad durante todo el año.

El Jueves santo se consumen siete potajes de carne de res, gallina, pavo, cabrito, cerdo, pato y tortuga; el viernes santo se consumen siete potajes de pescado, langostinos y mariscos.

Tomado de Vene Tubo[Noticias y Videos de Venezuela]

http://www.venetubo.com/noticias/%BF-Cual-es-la-historia-de-los-siete-potajes-en-Semana-Santa--R24576.html

jueves, 21 de abril de 2011

VIA CRUCIS DEL MORROCOY EN SEMANA SANTA

Jesus Alfaro Garantón
La terrible costumbre llanera de comer pastel de morrocoy en Semana Santa, ha hecho una imagen tradicionalista verdaderamente lamentable. El Morrocoy (Goechelonia Carbonaria), es un dulce animal de compañia que mansamente convivia en los viejos patios de la caracas de ayer con los demas animales y matas del huerto citadino, es callado y sigiloso y sin embargo es capaz de desarrollar un vinculo amistoso con las personas de la casa. Mi hermano tuvo una pareja de morrocoyes en su casa que salian de la humedad de su guarida, apenas oian la musica y se colocaban muy cerca de las cornetas, permaneciendo alli por horas hasta que se terminaba el sonido.
En esta epoca de Semana Santa, hay una tradicion muy enraizada en la zona oriental y del llano venezolano de comer PASTEL DE MORROCOY.
Como buena familia oriental, en mi casa se comia ese plato en la Semana Mayor. En verdad es un plato insulso con mucho sabor a platano maduro y cuando se comia se podia encontrar unos pedazos de piel negra con escamitas amarillas o anaranjadas verdaderamente detestables que corresponden a la piel del pobre animalito sacrificado. Esto ocurrio durante mi niñez en varias ocasiones.
Pasaron los años y ya hombre, regresando a Venezuela, me regalaron un morrocoy y unos primos mayores y muy orientales en sus costumbres se ofrecieron para hacer un pastel con aquel animalito. No tenia ni la menor idea como era la cosa, pero despues de ver esa terrible experiencia, se me quitaron las ganas de comer pastel por el resto de mi vida.

Como se prepara el pastel de morrocoy:
1.- Se agarra al animal y se le pone de costado
2.- Con una hacha o con moto sierra, se abre el caparazon, que sangra profusamenrte por los lados
3.- Se arranca el animalito del resto del caparazon, provocando mayor sangramiento
4.- El amasijo sangrante, de donde salen 4 paticas negras que se agitan y una boca que se abre constantemente, se lanza en una olla de agua hirviente
5.- El animal intentara nadar inutilmente en esta agua hirviente durante los primeros 30 minutos (increiblemente el morrocoy no muere hasta ese momento, pero como no tiene cuerdas vocales para chillar la gente lo interpreta como ausencia de dolor)
6.- Una vez que el animal no patalea mas, se deja por varias horas en coccion y se le agrega lo que usted quiera y se come esa delicia, acompañada de una gran cantidad de ron o cerveza, ingerida durante la espera

Asi se celebra esta "tradicional costumbre" de la Semana Santa en nuestro pais.
En mi casa despues de ver ese espectaculo se prohibio comer el famoso cuajado de morrocoy y mi mama "gran disponedora" lo hace igual, pero cambiandole el quelonio por carne mechada y queda exquisito. Total el morrocoy no sabe a nada, es como la chayota, sabe a lo que le pongan.
Se que despues de esta lectura no se les ocurrira comer pastel de morrocoy nunca mas y este es mi aporte para la preservacion de este bello y apacible animalito de nuestros llanos y silente compañero de muchas casas venezolanas

miércoles, 20 de abril de 2011

TRADICIONES EN MI PUEBLO DE GUASIPATI EN SEMANA SANTA

ANA COROMOTO CARVAJAL
No había un hogar en el pueblo de Guasipati dónde no se preparara el tradicional pastel de Morrocoy, cada familia antes de llegar la Semana Mayor, ya tenía reservado por lo menos cuatro ejemplares de Quelonios de los más robustos, los cuales criaban en sus casas o capturaban en las sabanas cercanas después de prenderle fuego para que los animalejos salieran de su escondite. No tener el mencionado susodicho era una tragedia, así que, conseguirlo se convertía en una verdadera misión, como dicen ahora. El Morrocoy se cocinaba aún vivo, pero antes de llevarlo a la olla había que sacarlo de su caparazón, era una tarea para los hombres, pues tenían que tener unos buenos bíceps y un machete bien "afilao". Lo que más le gustaba a los niños era la capa de huevo que le colocaban al pastel de Morrocoy para cubrirlo, quedada tostadita y a ellos les parecía un verdadero manjar. El pastel tenía muchos acompañamientos uno de ellos eran los boñuelos de batata, una vez listo listo las señoras se intercambiaban el plato, para ver cuál tenía mejor sabor. Algunos se ufanaban de hacer el mejor pastel de Morrocoy, pues lo cocinaban en la propia concha del Morrocoy.

Otra tradición muy importante en esos días, era el juego de las zarandas y el trompo. Las Zarandas las hacían las muchachas del pueblo con esmero y cuidado le sacaban toda la pulpa a una tapara por un hueco lateral que le perforaban, la secaban al sol y esta quedaba como una bola dura y resistente, pero hueca, luego le colocaban en el medio un palo alargado y afilado en el extremo inferior y quedaba lista para bailar o girar, para ello utilizaban un cordel que enrollaban al palo y lanzaban al ruedo (suelo) similar a lo que se hace con el trompo, de esas hacían decenas. El juego consistía en hacer girar la zaranda para que los chicos con su trompo destruyeran su humanidad, es decir a la zaranda. El trompo tenía que estar bien preparado, algunos tenían un tamaño descomunal similar a un puño, pero eso no implicaba que podían alcanzar la zaranda, que se escapaba traviesa con su baile interminable. Las niñas solo observaban, tenían que esperar a tener más edad para participar, el juego se hacía en plena calle y terminaba cuando los chicos con su trompo habían destruido todas las zarandas. La mayor afrenta para los varones era que no pudieran romper o destruir las zarandas , es esos casos abandonaban el juego cabizbajos, hasta el día siguiente para la revancha, las jóvenes en cambio saltaban de alegría.

La música sacra que provenía de la Iglesia inundaba todo el pueblo en esos días (Jueves y viernes) invitando a las personas a un verdadero recogimiento. Nada de ir al rio, bailar o jugar a la candelita en esos días. Todo el pueblo se dedicaba a recordar la Semana Mayor y participar en la procesión del Jueves y Viernes Santo (con su mejor gala) .En la ruta al calvario en sitios estratégicos se improvisaba una estación dolorosa, allí se detenía el Párroco para recordar el sufrimiento de Jesús.Todo eso antes de llegar al calvario que estaba situado en las afueras del pueblo. En la noche era el velatorio dónde se reunían los feligreses, allí podían tomar el famoso caratillo (bebida a base de arroz o maíz y clavo de especie) que preparaban las señoras del pueblo.

Las noches de la Semana Santa eran una verdadera fiesta para los niños (acompañados por sus hermanos o hermanas mayores) , se deleitaban jugando parapara, una especie de metra , más pequeña y de origen natural , del fruto de la planta Paraparo (Sapindus Saponaria) , de color negro como la noche, con ellas inventaban infinidades de juegos, "quiminduñe", abre el puño, pares o nones... El juego consistía en reunir la mayor cantidad de paraparas. También las frotaban para calentarlas y lanzarlas a sus contrincantes, las cuales eran hábilmente esquivadas por los niños.

Estas eran algunas de las tradiciones durante la Semana Mayor en el pueblo.



Ana Carvajal

sábado, 16 de abril de 2011

La peste del beso

OSCAR YANES*
Se supo bajo cuerda que el Gobierno había ordenado a los periódicos no hablar de la peste y que más bien se debía decir que no había nada. El Nuevo Diario, vocero gomecista anunció que "ahora andan alarmados con la aparición de una dolencia extraña: la gripe española. Y hacen proceder de la madre Patria una nueva enfermedad, como el Valdepeñas, los chorizos de Extremadura, el queso Manchego, o las angulas de Bilbao, a ese catarro que nos fastidia con frecuencia y que recibe los nombres más pintorescos, y lo hacen arbitrariamente proceder de España, le están dando el nombre de "El Beso de la Raza". Lo llaman también "la peste del besuqueo".

José Pagés, dueño de la confitería La Francia, contó que José Rafael Pocaterra y El Jobo Pimentel habían pasado un gran susto, pues publicaron en la revista Pitorreos, un cuento de Edgard Allan Poe llamado "La Peste Roja" y en cuanto lo vio Don Juancho, el gobernador, se indignó:

-Esto lo hacen para echar vaina y decir que hay peste! Me hacen preso a ese hombre!- comentó Juancho, y el prefecto, general Carvallo, mandó de inmediato al espía Frías para el periódico.

El policía llegó a la redacción y encarándose con El Jobo, le dijo:

-¡Llame a ese Edgardo Poe, porque va preso!

-Él salió- respondió "el Jobo" muy serio.

-Entonces los ruedo a todos para La Rotunda-. Cuando le aclararon a Frías que se trataba de un escritor norteamericano quien tenía 60 años de muerto, se quedó viendo a los periodistas y les dijo:

-Con que se metieron a mamadores de gallo, ah, ya se lo voy a decir a mi General Juancho, pa 've si también le gusta el chiste...

Un viejito, quien estaba escuchando la retreta de Pedro Elías Gutiérrez, en la Plaza Bolívar, se levantó de la silla para aplaudir y se cayó muerto.

Los muchachos que venían de El Valle con grandes petacas llenas de cachapas, ahora vendían limones. La gente bebía limonadas y sancochaban el limón y se daban unciones por el cuello y el pecho.

El Gobierno no pudo impedir -contó el Dr. Salvador Córdoba, en el Hospital Vargas-- que se publicará en los periódicos la convocatoria de la Sociedad Médica de Caracas para hablar sobre la epidemia.

-La otra noche, en el Metropolitano, no se podía ver la película Los Dos Pilletes, porque todo mundo estaba tosiendo -comentaban en la esquina de Gradillas.

La gente ya no hablaba de La Sortija Fatal, la mejor serie de Pearl White, sino del Jarabe de Ambrozoin, indicado contra el Beso de la Raza, o El Bojote, como también bautizaron a la peste. Las boticas duplicaron su cuerpo de empleados para atender al público que acudía en demanda de medicamentos.

Los médicos prohibieron los amapuches, los besos y los abrazos. Los novios, cargaban su frasquito de agua oxigenada y se mojaban los labios con un algodoncito, antes de besarse.

-¡Mucho cuidado!- gritaban las madres, cuando veían que las muchachas guardaban su frasquito en el carriel.

* Publicado en la columna Así son las cosas.EL UNIVERSAL
viernes 15 de abril de 2011


ayanes@cantv.net

viernes, 1 de abril de 2011

La odisea de la orquídea en Venezuela

Rubén Monasterios*
El recolector checo Benedicto Roezl tuvo notoria actuación aquí durante el período histórico conocido como El Septenio, correspondiente al último mandato del tirano ilustrado Antonio Guzmán Blanco, entre 1870 y 1877. A Roezl, hombre de mundo familiarizado con la cultura francesa, le resultó fácil establecer vínculos con las cumbres del gobierno, en un país cuyo presidente era francófilo, gracias a cuya influencia todo cuanto tuviera algún perfume galo sentaba bien. Se relacionó con quien entonces desempeñaba el elevado cargo de Vicepresidente de la República, general Matías Salazar; lo sedujo revelándole los secretos afrodisíacos de la orquídea; este, en compensación, le dio la concesión exclusiva de cosechar orquídeas en toda la región norcentral del país, mediando una comisión, naturalmente.

Los asuntos de Roezl marchaban excelentemente bien, hasta que el general Salazar tuvo la mala idea de alzarse contra Guzmán (1871), con el peor resultado de ser derrotado en el enfrentamiento; lo apresan en Tinaquillo y un consejo de guerra dictamina su fusilamiento. Roezl resulta señalado por su amistad con Salazar, a lo cual se suman las canallescas falsas denuncias de varios competidores que lo involucran en la conspiración. El recolector cae preso y junto a otros implicados lo condenan a muerte; logra salvar la vida gracias a los buenos oficios del cónsul francés en Caracas; pero queda escarmentado: jamás vuelve a Venezuela.

Asimismo a principios de El Septenio operó en Venezuela un tal Francisco de Alfaro, aventurero español llamado Paquito: un truhán de la más pura tradición de la picaresca hispana; ideó un ardite para ahorrarse los miserables céntimos que se le pagaban a los campesinos e indios, recolectores de primera línea. Al mejor estilo medieval se disfrazó de cura y anduvo por esos campos de Dios proclamando que recolectaba orquídeas para llevarlas a Europa y ofrecerlas como tributo a la Virgen de los Siete Puñales; quienes colaboraran en su empresa recibirían del mismísimo Santo Padre indulgencias plenarias, destinadas a mitigar el sufrimiento de un alma en pena, y, según la cantidad, hasta lograr el absoluto perdón de los pecados de quien hiciera la ofrenda; llueven orquídeas sobre su cabeza llevadas por almas ingenuas. Paquito ha acumulado una cantidad considerable de flores que en Europa representan una fortuna, cuando estalla en Venezuela el conflicto religioso del guzmanato (26 de junio de 1870). Guzmán Blanco, librepensador y masón, aprovecha la circunstancia de que el Arzobispo Guevara y Lira se ha puesto exquisito ante su petición de oficiar un Te Deum de acción de gracias por su nueva entronización en el poder; declárase “ofendido” el Ilustre Americano y decreta la expropiación de los bienes de la Iglesia.

Ignorante de tan graves aconteceres, de Alfaro pretende salir por Choroní con su cargamento de orquídeas; pero, por una de esas fatalidades del destino, la noticia sobre la impasse del Gobierno y la Iglesia ha llegado a oídos del Jefe Civil de esa remota localidad marítima, gañán este ateo, de muy mala entraña y groseramente salvaje, de quien sólo se recuerda que era llamado Perrote. El sujeto interpreta el affaire de alta política de acuerdo a su limitado juicio; entiende que en solidaridad con su jefe, el general Antonio Guzmán Blanco, Presidente de la República, del cual se siente representante y en obligación de defender sus intereses, es de rigor apalear públicamente –en la Plaza Bolívar– al cura párroco, saquear la iglesia y la casa parroquial, arremeter contra las cofradías de fieles y dispersar a peinillazos una humilde comunidad de monjas dedicadas a hacer el bien radicada en el pueblo. Al encontrarse con el falso cura y su recua, lo pone preso bajo amenaza de ejecución, decomisa sus burros y cargamento, y ante la mayor angustia de Paquito, también se dispone a quemar las orquídeas. Perrote no logra comprender su acumulación por el recolector; para ese ignaro sólo son matas del monte. Paquito, hombre de buena labia, como suelen ser los pícaros, logra hacerle entender el valor de las orquídeas, amén de descubrir su auténtica identidad. Al Jefe Civil le resulta muy divertido que ese sujeto anduviera por ahí haciéndose pasar por cura, trampeando campesinos e indios, y simpatiza con él; accede participar en el negocio que le propone de Alfaro; el convenio consiste en que el Jefe Civil lo ayudaría a transportar el cargamento hasta Puerto Cabello, por lo cual recibiría la mitad de la ganancia lograda por el traficante al vender las orquídeas en Europa.

Perrote todavía espera su parte. Una leyenda de Choroní cuenta que su fantasma se deja ver de vez en cuando por el muelle; de frente al mar y mirando al remoto horizonte, pareciera gritar algo en un clamor lamentoso y amargado que apenas se entiende entre el fragor de las olas y el rugido del viento; quienes han tenido el coraje de ponerle cuidado, creen oírlo decir algo así como: “¡Paquito, hijo de puta!, ¿dónde está lo mío?”

Ilumina el sombrío panorama del país la Exposición Nacional de Orquídeas.
El territorio venezolano fue un paraíso de estas flores voluptuosas, de aquí que lo tomaran como un principal campo de acción los recolectores en los tiempos del orquidelirio, o furor por tales plantas de los aristócratas europeos victorianos. Nada de extraño tiene que literalmente arrasaran con ellas.

*Tema de la semana de su espacio radial en MÁGICA 99.1 FM. Jueves, 7 pm.

Bandera venezolana

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Automóviles de los 40

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