miércoles, 9 de mayo de 2012

PÁEZ Y LA FORMACIÓN DEL ESTADO VENEZOLANO Parte I: PÁEZ: EL ORIGEN DE UN MITO

Profesor Carlos Alarico Goméz
PÁEZ Y LA FORMACIÓN DEL ESTADO VENEZOLANO
Este ensayo es obra del profesor Carlos Alarico Gómez, Ph. D en historia y magister en periodismo. Para facilitar su lectura y comprensión, será presentada en cuatro entregas. NOTA: El autor regalará su biografía “Páez” a las 20 primeras personas que envíen su opinión sobre este ensayo. 
Correo del profesor Carlos Alarico Gómez:  diplarca43@gmail.com

Parte I: PÁEZ: EL ORIGEN DE UN MITO
José Antonio Páez nació el 13 de junio de 1790 en Curpa, una pequeña aldea llanera adyacente al riachuelo del mismo nombre, en el hoy estado Portuguesa. Fue el séptimo hijo de Juan Victorio Páez y de María Violante Herrera, antecedido por José Francisco, José de los Santos, Ramón, Ubalda, María del Rosario (Mayota) y Ana María. Cerró el ciclo su hermana Luisa. Han pasado 222 años y ya no quedan vestigios de la hermosa locación de Curpa, que hoy es un suburbio urbano de Acarigua, pero el nombre del niño José Antonio siempre lo recuerdan con orgullo.
Allí vivió sus primeros años, hasta que en 1798 don Juan Victorio fue designado funcionario del estanco de tabaco en Guanare por cuyo motivo se mudó a esa ciudad, aunque pronto se dio cuenta de que sus ocupaciones lo obligaban a viajar con mucha frecuencia. Por lo tanto dejó a su familia bajo la protección de su cuñado Bernardo Fernández, que poseía una bodega en Guama, muy cerca de San Felipe -lugar de donde era nativo- en donde José Antonio comenzó a trabajar a los ocho años de edad. Su educación no fue descuidada. Su madre lo inscribió en la escuela dirigida por la maestra Gregoria Díaz, aunque en 1805 interrumpió sus estudios para irse a trabajar a San Felipe en el almacén de su tío Domingo Páez.
 Su vida transcurría tranquila, hasta que un día su madre le pidió que fuera a Cabudare –cerca de Barquisimeto- a entregar unos documentos y buscar un dinero que le enviaría el abogado Domingo Perera. Era el año 1807. Después de cumplir con la encomienda regresó a Guama, pero se detuvo en Yaritagua a comer algo y cuando fue a pagar la cuenta se hizo visible la gruesa cantidad de dinero que llevaba consigo. Al marcharse fue seguido por cuatro bandoleros que intentaron despojarlo de su dinero en el sitio denominado Sabana de Piedra –en la falda de la montaña de Mayurupí- donde el joven Páez  demostró rapidez y valentía, venciendo a sus asaltantes y matando a uno de ellos (Gómez: José Antonio  Páez, pp. 6-7). 
Al regresar a su casa en Guama varios familiares le aconsejaron que se escondiera por un tiempo, ya que la banda a la que se enfrentó era muy poderosa y seguramente lo buscarían para matarlo. Por lo tanto, el joven Páez abandonó el hogar y tomó camino hacia Barinas donde consiguió trabajo como peón en el hato “La Calzada”, propiedad de Manuel Antonio Pulido. La faena era dura y le pagaban tres pesos al mes. Su capataz era Manuelote, un esclavo de confianza de don  Manuel que trataba con mucha rudeza al personal que tenía asignado. Aquel ambiente requería empezar la faena a las cuatro de la mañana y luego de un café salían a efectuar el trabajo de ordeñar, herrar y apacentar el ganado, para luego tomar un frugal desayuno. El resto del día lo dedicaban a sembrar yuca o recoger la cosecha. Fue un duro aprendizaje para Páez, que asimiló la vida del campo con todo su rigor. Solo disponía de un pequeño catre y de la comida. Carecía de todo tipo de comodidades. Para sobrevivir  en aquel ambiente hostil se requería de mucha  disciplina, destreza y coraje, que Páez fue adquiriendo. Día a día tenía que enfrentarse a situaciones inesperadas y a veces desconocidas. Tormentas, animales salvajes, garrapatas, bandoleros, el mal humor de Manuelote. El enfrentar tantos peligros e incomodidades lo fue dotando de una voluntad férrea, de un carácter indómito, de una fortaleza física poco común y, sobre todo, de una gran habilidad para tomar decisiones en situaciones de extrema incertidumbre.
El joven peón fue superando la dura prueba a que lo sometía el destino y en forma progresiva se fue destacando en su trabajo, lo que fue observado por don Manuel, quien decidió destinarlo al hato “El Pagüey” para aprovechar los conocimientos que Páez adquirió en la bodega de San Felipe. En su nuevo destino fue entrenado en el negocio de ganado y a llevar las cuentas, lo que le permitió un salario mejor y la posibilidad de ahorrar. Es en esa época cuando conoce a una bella joven de nombre Dominga Ortiz, natural de Canaguá, a quien le ofrece matrimonio. La boda se lleva a efecto en Barinas el 1 de junio de 1809. Un año más tarde tiene su primer hijo legítimo, al que le da el nombre de Manuel Antonio, en agradecimiento a su patrón. El año anterior había tenido amores con María Ricaurte, una joven vecina del Casanare, con quien tuvo un hijo en Achaguas al que bautizó con el nombre Ramón, que fue criado por su esposa Dominga como si fuera su hijo.
Páez –de apenas veinte años de edad- se sentía realizado. Tenía esposa, hijos, casa, un trabajo edificante y una vida por delante, pero de pronto se presentaron los sucesos del 19 de abril de 1810 en Caracas, lo que cambiaría su vida por completo. En sus conversaciones con don Manuel se enteró de los sucesos acaecidos desde finales del siglo anterior, tales como la libertad alcanzada por Estados Unidos en 1776, la revolución Francesa en 1789, la invasión de Miranda en 1806, la invasión de Napoleón a España en 1808 y la conspiración de los mantuanos venezolanos en 1808, que configuraron una situación de gran complejidad que trajo como consecuencia el golpe de Estado ocurrido en Caracas el 19 de abril de 1810.
Primera República
Como consecuencia se creó una Junta de Gobierno a la que se dio el nombre de “Junta defensora de los derechos de Fernando VII”, la cual tuvo que buscar voluntarios para reforzar la tropa y Páez actuó bajo las órdenes de Manuel Antonio Pulido. Es la misma época en la que Francisco Rodríguez del Toro trata de efectuar la toma de Coro, provincia que se mantenía leal al Consejo de Regencia, al igual que Maracaibo y Guayana. Para someterla reunió un ejército de cuatro mil hombres, pero fue derrotado en Coro por el brigadier José de Ceballos el  28 de noviembre de 1810 (Gómez, ibídem, p. 8).  
 Mientras esas cosas ocurrían en el norte de Venezuela, Páez permanecía atento a las instrucciones de Pulido, quien se incorporó a la lucha por la República de Venezuela, cuya acta de independencia se firmó el 5 de julio de 1811, lo que provocó la reacción de Ceballos, que dio órdenes a Domingo de Monteverde para que reconquistara la antigua Capitanía General y los venezolanos, como es lógico, toman medidas para defenderse y designan a Francisco de Miranda jefe del ejército, con poderes dictatoriales, dada la emergencia. Entretanto, Páez es mandado a llamar por el general español Antonio Tíscar para ofrecerle el grado de capitán, pero como no quería servirle al rey decidió huir hacia Pedraza, donde se encontró con Pulido que lo ascendió al grado de sargento primero en 1812.
Lamentablemente el coronel Simón Bolívar perdió el castillo de Puerto Cabello, que estaba bajo su responsabilidad, lo que causó un grave problema a Miranda que se vio obligado a capitular en San Mateo, con lo cual se concreta la pérdida de la Primera República. Cono consecuencia, Domingo Monteverde entra victorioso en Caracas, Miranda es apresado y Bolívar sale al exilio.
A pesar de la derrota Páez prosigue la lucha bajo el mando de Pulido, mientras Bolívar organiza la campaña con la que retomará el control de Venezuela, la cual inicia en mayo de 1813. En el largo camino hacia Caracas José Félix Ribas libera a Barinas como consecuencia de la batalla de Niquitao contra Antonio Tíscar, efectuada el 2 de julio de 1813. Para celebrar el suceso Ribas se reúne con Pulido y Páez en la ciudad llanera.
Segunda República
Después de muchos triunfos y algunos reveses Bolívar entra victorioso en la capital el 6 de agosto de 1813, dando nacimiento a la Segunda República, la cual dirigió con el título de Jefe Supremo. El 14 de octubre la Municipalidad de Caracas le confirió el título de Libertador en la Iglesia de San Francisco y, al recibirlo, expresó emocionado: “El título de Libertador es más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro de todos los imperios de la tierra”.  
Un mes más tarde Páez derrota al comandante Miguel Marcelino en la batalla de Matas Guerrereñas el 27 de noviembre de 1813, lo que le vale el ascenso al grado de capitán. En la campaña lo acompaña su mujer, que actúa como enfermera ocupándose de atender a los soldados heridos. Sin embargo, no todo es victoria. Páez es hecho prisionero en Barinas y sometido a un juicio sumario por un tribunal de guerra que preside el comandante Antonio Puig, quien lo condena a muerte. El tribunal fijó el día 6 de diciembre de 1813 para la ejecución, pero hubo la feliz coincidencia que el día anterior Bolívar había vencido a los realistas en Araure -población muy cercana a Barinas- y por esa razón la noticia llegó muy rápido al campamento de Puig. Esa misma noche se escuchó un disparo, lo que motivo que el oficial de guardia expresara en alta voz:
-¡Alto!, ¿quién vive?
Y desde el fondo del patio, en una noche particularmente sombría, alguien respondió:
-La América libre. Somos soldados de la muerte
La misteriosa respuesta fue seguida de un disparo y de un fuerte movimiento de tropa al otro lado del río Santo Domingo, que se percibió con toda claridad en el campamento español y ese hecho causó honda preocupación en Puig, quien pensó que las tropas de Bolívar habían llegado antes de lo previsto y como no estaba preparado para enfrentarlo dio órdenes a su ejército para partir de inmediato hacia San Fernando de Apure (Polanco, p. 43).
Puig nunca sabría la verdad. Lo que aconteció fue que Dominga Ortiz había organizado una estratagema con el comandante Ramón García de Sena para liberar a su marido y fue este oficial el que disparó el fusil que hizo alborotar a las garzas, formando una algarabía tan grande que parecían caballos galopando. Esa fue la razón de que cuando el oficial español formuló su pregunta uno de los hombres que la acompañaba respondió de la manera convenida para crear temor en las tropas españolas, en lo que tuvieron éxito, salvando de este modo la vida de Páez.
La feliz coincidencia del triunfo de Bolívar en Araure y el atrevimiento de doña Dominga influyeron en la rápida retirada de Puig, dando origen a la leyenda de que fueron las ánimas del purgatorio las que vinieron en su protección. El mismo Páez contribuyó a popularizarla usando siempre en su pecho un escapulario con la imagen de la Virgen del Carmen que, según la tradición, va todos los sábados  a conducir las almas en pena al Paraíso. La leyenda dio nacimiento a una copla llanera que reza así:

“CANTE, CANTE COMPAÑERO,
NO LE TENGA MIEDO A NAIDEN,
QUE EN LA COPA DEL SOMBRERO
LLEVO A LA VIRGEN DEL CARMEN.

A pesar de todo, no sería fácil conquistar la Independencia. Bolívar y sus hombres comenzaron a sufrir reveses que muy pronto los colocarían en una situación peligrosa. La “Guerra a Muerte” estaba en su apogeo desde junio de 1813. Páez seguía la lucha en los llanos bajo las órdenes de García de Sena y a principios de 1814 se enfrentó a las tropas  españolas en Guasdualito  y Canaguá. Sin embargo, el adversario seguía firme en sus propósitos y el 12 de enero fue sitiada Barinas nuevamente por Remigio Ramos y Antonio Puig, por cuyo motivo García de Sena decidió abandonar la plaza a pesar de la firme oposición de Páez, pero al llegar a Las Piedras dejó en libertad de acción a su caballería. Ante esta situación Páez tomó rumbo a Mérida en compañía de Luciano Blasco, José María Olivera y Andrés Elorza, pero  al llegar a esa ciudad se encontró con el hecho de que Juan Antonio Paredes -gobernador de Mérida- estaba siendo atacado por los españoles, que ya habían tomado Bailadores y Lagunillas.
La situación era tan compleja que el gobernador le pidió a Páez que se sumara al ejército a su mando como agregado del capitán Antonio Rangel y sin dudarlo Páez marchó junto con él hasta Estanques, donde obligó a los realistas a emprender la retirada, pero a pesar de esa victoria Rangel abandonó el lugar desatendiendo los consejos de Páez, lo que es aprovechado por el enemigo para encaminarse de nuevo hacia Bailadores por una cuesta que obligaba a los soldados a cabalgar en fila y al observar esa situación Páez les gritó:
-¡Viva la patria!
La fuerte voz de Páez causó confusión entre los realistas, lo que aprovechó para atacarlos por la retaguardia sembrando el terror entre ellos. Sin embargo, un fornido gigante llamado José María Sánchez se enfrentó a Páez y ambos lucharon a muerte cuerpo a cuerpo hasta que “El Catire” logró vencerlo, permitiendo que las tropas patriotas pudieran entrar a Bailadores, donde tuvo la satisfacción de recibir el respaldo de una división al mando de Gregory Mac Gregor, que venía proveniente de la Nueva Granada.
Páez permaneció en esa región hasta mediados de 1814, cuando se produjo la pérdida de la Segunda República, de lo que se enteró a través  del general Rafael Urdaneta que iba en retirada hacia el Casanare. Por él supo que Boves derrotó a Bolívar, quien se vio obligado a huir hacia el oriente del país en compañía de la mayor parte del pueblo de Caracas.
Luego de la marcha de Urdaneta hacia la Nueva Granada Páez puso en práctica un plan para apoderarse de los llanos de Apure, territorio que estaba controlado por los hombres de Boves. En consecuencia reunió a su familia y con sus hombres de confianza tomó el camino hacia San Fernando. En poco tiempo armó un ejército de más de mil hombres y emprendió la conquista de Apure el 10 de octubre de 1814, al lado de Francisco Olmedilla. A mediados de diciembre recibió información de que Bolívar había salido del país y al poco tiempo le llegó la noticia de la muerte de Boves en los campos de Urica el 5 de diciembre.
Su guerra particular por el control del Apure se vio favorecida por la muerte del caudillo asturiano y el 29 de enero de 1815  se enfrentó en Guasdualito con el comandante Manuel Pacheco Briceño, cuyo resultado dejó ver claramente quién sería el sustituto de Boves en los llanos. Su dominio fue progresivo y estaba claro que su victoria sería total. Los realistas fueron aniquilados y su comandante hecho prisionero. Tan pronto “El Catire” se apoderó del Apure intensificó su labor de reclutamiento, sin preguntarle a sus nuevos soldados a quién habían servido antes. Esa actitud le permitió adquirir la confianza y el afecto de sus hombres, quienes al verlo actuar en los campos de batalla le cobraron admiración por su valor y por el ejemplo que les daba, especialmente por la forma cordial como los trataba.
El 31 de diciembre de 1815 dirige la batalla de Chire contra el ejército del español Sebastián de La Calzada, al que vence de manera contundente. Pocos días después –el 13 de enero de 1816- derrota al comandante Miguel Guerrero en el Arauca, el 2 de febrero triunfa de nuevo en Palmarito y el 16 de ese mismo mes se enfrenta en Mata de La Miel a un ejército de 1.600 realistas comandados por el coronel Francisco López y vence, a pesar de que solo disponía de una tropa de 300 hombres. Entre los numerosos prisioneros que captura se encontraba Manuelote, su antiguo capataz del hato de “La Calzada”, a quien invita a su mesa y le da la libertad.
No hay poder humano que se le resista y sus sucesivas victorias comienzan a crearle una leyenda, al punto de que los hombres que antes peleaban bajo las órdenes de Boves estaban ahora a su lado y lo llaman “Taita”, al igual que a aquel. Manuelote es uno de ellos, que regresa por su propia voluntad al campamento de Páez para luchar a su lado en búsqueda de la libertad para su país. El 2 de mayo participa en el ataque contra el general Miguel de La Torre en Camoruco, contribuyendo con su esfuerzo a que le destruya la caballería del jefe español y lo obligue a huir.
El 13 de junio Páez celebra su cumpleaños derrotando de nuevo a Francisco López en el Paso del Frío y lo vence de nuevo. Sus triunfos no se detienen. El 8 de octubre vence por tercera vez a Francisco López en El Yagual donde Páez utiliza 700 hombres y López 2.300. En esa batalla toma numerosos prisioneros, entre los cuales está Pedro Camejo, el famoso “Negro Primero”, quien le dice:
-Mi general: fui realista, pero estoy arrepentido. Quiero ponerme a sus órdenes para servirle a la patria.
 Y así fue. El 14 de octubre de 1816 Camejo acompañó a su nuevo jefe a la toma de Achaguas y después de ocupar esa población participó en la batalla de Lagunilla de Palital, donde Páez venció a Salvador Gorrín en diciembre de ese año. Días más tarde venció al general español Sebastián de La Calzada en Mucuritas el 28 de enero de 1817, en un enfrentamiento que va a sellar su fama. Fue una batalla importante para la causa patriota por varias razones. En primer lugar marcó el inicio del fin del ejército del mariscal de campo Pablo Morillo, un oficial que había luchado en Europa contra las tropas de Napoleón Bonaparte, quien después de Mucurita le escribió al rey explicándole las causas de su derrota: “Catorce cargas consecutivas sobre mis cansados batallones me hicieron ver que aquellos hombres no eran una gavilla de cobardes poco numerosa, como me habían informado, sino tropas organizadas que podían competir con las mejores de Su Majestad”.
Los preparativos de la batalla duraron varios días. Páez formó un ejército de mil hombres en tres columnas bajo el comando de Ramón Nonato Pérez, Rafael Rosales y José de la Cruz Carrillo. El caudillo venezolano tomó la previsión de colocar a sus hombres  en la misma dirección del viento, en tanto que el brigadier Miguel de La Torre unió sus fuerzas a las de Sebastián de la Calzada, con lo que alcanzó un  total de 3.000 infantes y 1.700 jinetes, pero aún así perdió ante un ejército mucho más pequeño.
Sus continuas victorias llegaron a conocimiento de Bolívar, que se encontraba en Angostura, lo que lo movió a pasar el río Orinoco para ir a conocerlo y reunirse  con él en Cañafístola. Una vez puestos de acuerdo, el llanero acepta el mando de Bolívar y a su lado se  enfrenta a Morillo el 11 de febrero de 1818 en la batalla de Calabozo, con buenos resultados para las armas patriotas; pero el 16 de marzo la suerte les es adversa y reciben un serio revés en la batalla de El Semen -cerca de La Puerta-, lo que hace acreedor a Morillo del título de Marqués de la Puerta, pero no se arredran y diez días después presentan batalla en Ortiz al general Miguel de La Torre.  

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