sábado, 31 de mayo de 2014

LUSINCHI Y EL GOLFO DE VENEZUELA

Leandro Area Pereira*
 

(A la memoria del Coronel Alberto Contramaestre Torres)

Recurrido y recurrente es el tema de la valiente postura del recién fallecido Presidente Jaime Lusinchi frente a la atrevida decisión belicista del gobierno de Colombia de invadir territorio marítimo de Venezuela en agosto de 1987. Próximos a cumplir 27 años de esa afrenta volvemos a ella con motivo de la muerte de quien administró los destinos y desatinos del país entre 1984 y 1989,  y también porque los pueblos necesitados de recordar victorias la más de las veces militares para dar respiro al presente casi siempre ingrato y excesivo, se inventan muletas para atravesar la pesada realidad.

El apetito de Colombia por invadir territorio venezolano ha sido histórico, permanente y persistente, y constituye una política de Estado desde los tiempos en que en 1830 nos separamos de aquel sueño imposible que fue el de la Gran Colombia. Aún tibio el cadáver de Bolívar, los afanes colombianos de expansión territorial se disparan y comienza una historia, aún sin terminar, latente, que se expresa en tres fechas terribles para nuestra integridad territorial, a saber: el Laudo Español de 1891, el Laudo Suizo de 1922, y el Tratado de Límites entre Venezuela y Colombia de 1941.

Aunque con algunos escarceos en 1952, con los que se pretendía desconocer los legítimos derechos del país sobre el Archipiélago de Los Monjes, no es en verdad sino en la década de los 60 cuando reaparecen, aunque ahora marinas y sub-marinas, las ambiciones expansivas del hermano país, de agallas puestas en el Golfo de Venezuela, símbolo vital de nuestra identidad. A todas éstas las grandes potencias han puesto de moda el nuevo Derecho del Mar y se ha maximizado la importancia geo-estratégica del petróleo.

En esas circunstancias, y ya durante el gobierno de Leoni se produce un escándalo denunciado en el Congreso venezolano alrededor de los contratos otorgados por el Gobierno colombiano en áreas que Venezuela considera como propias, a empresas norteamericanas vinculadas al tema petrolero. Estas imprecisiones a la larga explican las posteriores conversaciones de Roma durante el gobierno de Caldera y las de Caraballeda en el gobierno de Luis Herrera, e incluso las derivadas de los Acuerdos de San Pedro Alejandrino en 1989, todas sin ningún resultado específico más allá de la frustración colombiana.

Virgilio Barco gana las elecciones en 1986 y nombra Canciller al Coronel Julio Londoño Paredes, quien ya había ejercido funciones en la Dirección de Fronteras durante el gobierno del Presidente López Michelsen. En Venezuela mientras tanto gobierna desde 1984, Jaime Lusinchi. Todo normal dentro de lo acostumbrado, hasta que en mayo de 1987 llega a la Cancillería venezolana una “sorpresiva” comunicación en la que se solicita, sin motivo aparente alguno, la reconstitución de una Comisión de Conciliación prevista en el Tratado de No Agresión, Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial suscrito por ambos países en el lejano 1939, con lo cual se intentan dos cosas sin decirlo: romper con el mecanismo establecido por las partes de la negociación directa y además, desconocer el carácter vital, de independencia e integridad territorial que implicaría la intervención de tal Comisión en lo atinente al Golfo de Venezuela.
Simón Alberto Consalvi, Canciller venezolano, responde a Londoño el 6 de agosto: “…el Gobierno de Venezuela no puede ignorar que, aunque la Nota de Vuestra Excelencia no se refiere expresamente a ninguna cuestión pendiente entre ambos países, sin embargo la prensa colombiana ha vinculado tal iniciativa a la supuesta intención de su gobierno de someter a la Comisión de conciliación el tema de la delimitación de áreas marinas y submarinas entre nuestros dos países…”
Colombia da un nuevo paso y provoca un estado de tensión militar en áreas donde, según la versión colombiana, no están claros los límites. Venezuela envía una Nota de Protesta en la que argumenta que el buque de guerra se encontraba  “en aguas interiores de Venezuela” y “al sur de la línea de prolongación de la frontera terrestre”. Londoño por su parte responde  alegando que ningún país puede establecer unilateralmente las fronteras marítimas entre dos Estados. La crisis se alarga entre dimes y diretes y el conflicto crece peligrosamente. En Miraflores ya se ha tomado la decisión de abrir fuego.

A estas alturas de su aventura, el gobierno colombiano entiende que el juego del “brinkmanship” ha terminado y se sabe que todo ha concluido cuando el Presidente Barco lo anuncia desde Bogotá en cadena de radio a las 11.45 de la noche del  día 17 de agosto. La crisis interna en Colombia seguía en pie y si lo de la incursión de la Corbeta ARC Caldas en nuestra más sensible pertenencia, el Golfo,  tenía la intención de distraer a la opinión pública en otros menesteres, el tiro les había salido por la culata.

Aquí en Venezuela habla el Presidente Lusinchi el 18 de agosto, en horas de la noche. Ya las corbetas colombianas han dejado el lugar. Es un discurso bien pensado y discutido, mejor escrito, y leído con suprema convicción a la nación. Claro, firme, prudente y hasta diría que histórico si observamos su vigencia ya que dicta la pauta central de los que vendrían a ser los principios que se siguieron a partir de 1989, ya las aguas calmadas, en las relaciones entre Colombia y Venezuela, y que aún permanecen vigentes: conversaciones respetuosas, directas y globales, sin presión ni plazo fijo.

 Además, tal vez como nunca antes presidente alguno, gozó del respaldo unánime de todo el país: partidos, medios de comunicación, gremios, personalidades y pueblo todo. Las Fuerzas Armadas hicieron lo que se debía hacer, principalmente nuestra Armada, por lo que nos sentimos, durante tanto tiempo, orgullosos, representados y defendidos. La presión internacional hizo su tarea al entender que estábamos a punto de un conflicto armado impensado. Jaime Lusinchi será recordado para bien por esa gesta: evitó un desastre defendiendo los principios fundamentales de nuestra nacionalidad. Un héroe civil sin ambición de guerra.


leandro.area@gmail.com http://leandroareaopina.blogspot.com/

domingo, 18 de mayo de 2014

RODRIGO BASTIDAS “EL PRIMER OBISPO DE VENEZUELA”



Eumenes Fuguet Borregales (*)

 
Para llevar a cabo la evangelización de los pobladores de las nuevas tierras conquistadas por los españoles en Hispanoamérica y específicamente en Venezuela, la corona dispuso a partir de 1512, el envío de sacerdotes de las órdenes jesuitas, capuchinos, franciscanos y dominicos, los cuales llegaron primero a Cumaná, Margarita y Guayana.
En menos de doscientos años estarán en casi todo el territorio nacional; es importante recordar que el Papa Paulo III  en junio de 1537, emitió la Bula Sublimis Deus, dedicada a la protección de los indígenas, donde indicaba que:
 Los indios son seres humanos e hijos de Dios y por lo tanto no se les podía reducir a la esclavitud, ni maltratar, ni despojar de sus propiedades”.
La actividad de los sacerdotes recién llegados al Nuevo Mundo, era difícil, por cuanto tenían que habituarse a las duras condiciones climáticas, al abuso de algunos conquistadores, dedicarse a la construcción de los conventos, a la enseñanza de la religión católica, del idioma y las costumbres hispanas. Ejemplo de ese apostolado es el que realizó en el oriente de Venezuela  en 1521 el sacerdote dominico fray Bartolomé de las Casas que en un gesto piadoso, abogó por la traída de los negros africanos para aliviar el trabajo y explotación  a  los indios.  El 21 de julio de 1531, el Papa Clemente VII, mediante la Bula Pro Excellenti Prae Eminentia, dictada en Roma, designó la primera Diócesis en Venezuela, dependiendo del arzobispado de Sevilla; correspondiéndole a Santa Ana de Coro, “Raíz de Venezuela” la ubicación de la sede;  en Coro se realizan: la primera misa, el primer matrimonio y el primer bautizo.
El  primer obispo designado fue el sacerdote español Rodrigo Bastidas, de unos veintiocho años, hijo del conocido conquistador con el mismo nombre. Bastidas, ante la imposibilidad de presentarse en Coro para iniciar sus funciones, designó al Deán Juan Rodríguez de Robledo y para el cargo de Chantre, dignidad de la Iglesia  a Juan Frutos Tudela.
El obispo Bastidas ocupó su alta responsabilidad en junio de 1534, realizó su apostolado en beneficio de los indígenas caquetios y en la construcción de la improvisada iglesia  que con el transcurrir del tiempo se convirtió en la Santa Iglesia Catedral de Coro, sitio donde el 4 de agosto de 1806, nuestro siempre Precursor, el generalísimo Francisco “libertad” Miranda, colocó la bandera de la redención, distribuyó y colocó en la puerta su Proclama.
El obispo Bastidas también desempeñó la función colateral de gobernante civil de Coro. En 1542, por motivos de salud, se retiró del obispado para trasladarse a Santo Domingo, en esa isla caribeña falleció en 1570. Le sucedió en el cargo el obispo español Miguel Jerónimo Ballesteros. 
Coro se mantuvo como sede del obispado de Venezuela hasta el 20 de junio de 1637, cuando pasó a  Santiago de León de Caracas por disposición de una Real Cédula; el obispo para esa fecha era Juan López de la Mata. Desde esa importante fecha, Caracas se convirtió en la Diócesis de Venezuela; sus autoridades crearon en 1696 el primer Seminario denominado Santa Rosa de Lima,  convertido en 1725 en la Real y Pontificia Universidad de Caracas y el 24 de junio de 1827 por disposición del Libertador en la Ilustre Universidad Central de Venezuela.
El primer obispo nacido en nuestro país, fue el distinguido sacerdote Francisco Ibarra, nacido en Guacara en 1726; fue también en 1791, el primer Obispo de Guayana; en orden cronológico fue el vigésimo sexto Obispo de Venezuela y le cupo el honor de ser designado el 16 de julio de 1804, el primer Arzobispo de Venezuela y por lo tanto, el precursor de la Arquidiócesis en Venezuela. Ibarra murió el 19 de septiembre de 1806, día cuando cumplía los ochenta años de edad; sus venerados restos se encuentran en el Panteón Nacional al lado de otros tres distinguidos prelados.
Otro representante del arzobispado venezolano ( el decimotercero) por el estado Carabobo, fue su eminencia, el Cardenal José Alí Lebrún Moratinos, nacido en Puerto Cabello en 1919, segundo cardenal venezolano, después del ilustre sacerdote  merideño José Humberto Quintero.
Uno de los últimos obispos de Venezuela, fue el español Diego Antonio Diez Madroñero, natural de Toledo-España quien falleció en Valencia el 3 de febrero de 1769, cuando realizaba su actividad pastoral, preocupado en la construcción de un hospicio; sus restos se encuentran en la Santa Iglesia Catedral de Valencia.
(*) Gral. De Bgda.                                                                                   Churuguarero77@gmail.com
@eumenesfuguet
 Historia y Tradición

viernes, 16 de mayo de 2014

De Sabana Grande a Chacao


Para viajar de Sabana Grande a Chacao. se pasaba por las pulperías de Chacaíto.
 
Chacaíto 
“ A la orilla del antiguo camino entre Sabana Grande y Chacao se hallaba  el punto de “Chacaíto”  con sus pulperías y casas de corredor. Hacia el Sur se encontraban las vegas y el trapiche de la Hacienda Bello Monte, donde Bolívar transcurrió largas temporadas de su juventud. Muy cerca de este sitio cruzaba el primitivo sendero que conducía a las poblaciones de Baruta y El Hatillo, no sin antes tener que atravesar el río Guaire por un estrecho y hermoso puente colgante.
Desde Chacaíto se va en la actualidad a todas las urbanizaciones del Este y aún a Petare pasando por Chacao. Alejandro Humboldt en 1800 se preguntaba por qué razón la primitiva ciudad no había sido edificada en la parte más extensa y llana del valle de Caracas.
Desde las estribaciones de la Cordillera, las vegas caían en suave declive hasta las riberas del Guaire, entonces río anchuroso y de aguas limpias. Fue precisamente en aquellos predios donde el Padre Mohedano realiza en el último cuarto del siglo XVIII la siembra de seis mil cafetos.
A raíz del terremoto de 1766 propusieron en el Ayuntamiento de Caracas reconstruir la ciudad en el valle de Chacao. Esta iniciativa no prosperó y durante casi dos siglos más siguió siendo un paraje casi rural enmarcado entre verdes cañaverales  y torreones de trapiches. Allí tenía su escuela de música el Padre Sojo; estaba la posesión de Bartolomé Blandín y las estancias de la Floresta y El Convento, Los Ravelos y Las Mercedes; Chacao, como Sabana Grande, eran pequeños caseríos de agricultores.
Hasta no hace mucho tiempo existió un pintoresco “paso a nivel” en el cruce de la línea férrea Caracas-Petare–Santa Lucía con la entrada en el Country Club. Por aquella Trocha – además del tren- circulaba un tranvía de dos pisos que hacía itinerario regular entre la estación de Santa Rosa y Petare.  Actualmente  es parte de la Avenida Libertador.
 
Las Delicias
Sabana Grande 
 
Las Delicias
Sabana Grande 
En el lugar que hoy ocupa el Caracas Country Club poseyó extensa finca Bartolomé Blandín, quien era hijo de un farmaceuta  francés que vino a Venezuela en 1740; Bartolomé Blandín tenía en Chacao su estancia que era el lugar predilecto de reunión de las principales familias caraqueñas que cultivaban la música con esmero. Arístides Rojas comentaba que las primeras reuniones musicales de Caracas se efectuaron en el oratorio de los Padres Neristas y bajo la arboleda  de “Blandín y “La Floresta”. El primer cuarteto fue ejecutado a la sombra de los naranjeros, en los días que sonreían sobre los terrenos de  Chacao los primeros arbustos de café”.
 
Chacao Colonial
En la Hacienda de Blandín, San Felipe y La Floresta que pertenecieron a Blandín y los Padres Sojo y Mohedano se cultivaron en gran escala en el valle de Caracas  las primeras plantaciones de café, en 1784.  Hasta ese momento la planta crecía como un adorno exótico en vez de planta reproductiva. “Los granos y arbustillos recibidos de las Antillas francesas habían sido distribuidos entre los agricultores”, sin ser plantados aún de manera masiva.
Adoptando el método utilizado en las Antillas para la plantación de café lograron obtener cincuenta mil plantas. Por primera vez el padre Mohedano y sus aliados contemplarían el blanco florecer en las ramas de los cafetos.  Para celebrar tan grande triunfo, recolectados los granos requeridos para preparar la primera infusión de café que habría de saborearse en el valle de Caracas, ofrecieron una fiesta campestre. Fue en Blandín a fines de 1786, con asistencia de aficionados a la música y de familias y personajes de Caracas.
“Por grupos irían llegando los invitados unos en cabalgaduras, otros en carreta de bueyes, pues la calesa no había, para aquel entonces,  hecho surco ni en las calles de la capital ni en el camino de Chacao. Por otra parte, era de lujo, tanto para caballeros como para damas, manejar con gracia las riendas del fogoso corcel, que se prestaba ricamente enjaezado, según uso de la época”.
Bajo la arboleda se interpretaron melodías. Después del almuerzo comenzó a servirse el café. La primera taza se ofreció al padre Mohedano, mientras todos aplaudían.
En este siglo la hacienda Mohedano se convirtió en la Castellana,  la hacienda La Floresta del Padre Sojo en la Urbanización de La Floresta, y la hacienda Blandín en el Country Club.
 
Hacienda Blandín, hoy Country Club
1917
Parte alta del Country Club
Colección Familia Pérez Viana 
Country Club 1950 
La Caracas que conocí inglesa era un lugar de esparcimiento situado en el campo con instalaciones y canchas para practicar deportes al aire libre. El primer Country Club de Caracas estuvo en terreno de la hacienda La Vega en  lo que hoy es Vista Alegre. En 1929 se formó  el “Sindicato Blandín” que adquirió la hacienda Blandín donde proyectaron  los campos de golf. El proyecto de los arquitectos norteamericanos Olmsted Brothers quienes desarrollaron la práctica de diseño urbano del paisaje, con una nueva actitud hacia la naturaleza “como un remedio a los males causados por la desintegración moral generada por las grandes ciudades sin forma, tanto física como social”. 

Fuente : El Diario de Caracas 1983
 
 
 

martes, 13 de mayo de 2014

MUÉRGANOS

JESÚS  ALFARO GARANTON


En inglés la palabra SPLAH, suena como su significado. Si te pegan con una bombita de agua en el el pecho, recibes un SPLASH,  no una salpicadura. En el español que hablamos en Venezuela, la palabra MUÉRGANO , suena como un latigazo en la espalda, como un planazo en el trasero, un  escupitazo en la cara. Son palabras que llevan implícitas en su pronunciación el contenido de su significado.
Indagando en el DRAE, me encuentro que MUÉRGANO es una palabra de uso exclusivo de Venezuela, aunque en Colombia y Ecuador también la emplean, pero con un significado más leve. El venezolanismo muérgano se emplea para designar personas malvadas y de mal proceder, lo que llamamos comúnmente resentidos, en Colombia y Ecuador se le asocia a las personas flojas, indolentes. Fácilmente podemos fusionarlas y agregamos al malvado la asignación de flojo lo que daría mayor fuerza a la palabra.
Lo más ocurrente de la palabra MUÉRGANO, es su origen y deriva del apellido del tristemente célebre pirata inglés Henry Morgan,quien en sus andanzas asoló las islas del Caribe, las costas centroamericanas y las costas del lago de Maracaibo en el siglo XVII. HENRY MORGAN, nació en 1635 en la región de Gales, en la costa inglesa y una vez llegado a su pubertad y fastidiado de la fría y húmeda campiña inglesa, decidió embarcarse hacia el Mar Caribe en búsqueda de aventuras, sol y playita. Desembarco en la Tortuga, una isla cercana a Jamaica, convertida en un antro de la piratería inglesa donde se fraguaban incursiones contra barcos de bandera española.Se enroló como tripulante de barcos piratas y ante la demostración de su ferocidad y crueldad prontamente fue ascendido a capitán. No contento con asaltar navíos en plena travesía, se le ocurrió la idea de atacar poblaciones costeras y es famoso su asalto a Portobelo y Cartagena. En el territorio que hoy ocupa Venezuela fueron conocidas sus atrocidades en las costas del lago de Maracaibo, donde en 1669 tomó por asalto a la ciudad y mató a la mayoría de sus habitantes, no sin antes despanzurrar al alcalde mayor y despellejar al obispo de la ciudad, se dice que le sacó y comió el corazón de unos de los prisioneros, sólo con la finalidad de sembrar el terror. Luego siguió hacia el sur a la población de Gibraltar, situada en la costa del sur del lago y repitió la gracia de Maracaibo. Quince días después volvió a pasar por Maracaibo, pero estaba siendo esperado por las fuerzas españolas y con mucha astucia supo escapar. La corona inglesa premio al bandido de Enriquito y con la frialdad y cinismo que le es característica lo nombró caballero y lo encargó de la gobernación de Jamaica, donde luego murió de disentería.
Después de esa matanza los marabinos de ese entonces llamaron a los seguidores de Morgan como MORGANEERS y el vocablo fue evolucionando hasta el actual MUÉRGANOS para designar personas capaces de desarrollar tan enfermiza maldad. 
En la actualidad corren muchos muérganos por estas calles y sus mejores exponentes ocupan las más altos cargos de nuestro país. 
Cuando nuestros valientes estudiantes son atacados con bajeza y con el agravante de la nocturnidad por escuadrones de malandros uniformados y leemos indignados los comentarios de los MINPOPOS llamándoles drogadictos y vendidos, sentimos vergüenza ciudadana y nos sale de lo más hondo ¡¡NO SEAN MUÉRGANOS!!

jueves, 8 de mayo de 2014

TITO SALAS: a ciento veintisiete años de su nacimiento

LIC. VÍCTOR M. MENDOZA CORONADO.* 
Destacado Artista plástico de los lienzos.
SU VERDADERO NOMBRE
BRITÁNICO ANTONIO SALAS DÍAZ

 



 





Acercarse por primera vez a  una obra de arte puede producir en el individuo embelesamiento, encanto visual, efectos de placer o rechazo ante lo que observa.    Más allá de una fuerza inicial, ya sea auténtica, censura o de indiferencia, resulta esencial para nosotros la necesidad de examinar lo que se encuentra mas allá de las valoraciones formales.  Al estudiar una obra de arte, siempre se necesita conocer la finalidad que  tuvo el artista al plasmar ese objeto y que fue lo que lo motivó a plantearse su desarrollo.  Resulta clave en una primera reflexión la postura que se tome frente a lo que se está concibiendo y, a la espera de profundizar en el objeto que se descubre, es posible que nazca un tema de estudio o de exploración.
El personaje a quien nos referimos hoy, nació hace  ciento veintisiete años (127°)  en la ciudad de Caracas,  se trata,  de  Británico Antonio Salas Díaz,  conocido en el mundo de las Artes como Tito Salas; justo el ocho de Mayo de mil ochocientos ochenta y siete.  Su padre José Antonio Salas, fue fotógrafo y pintor, además,  fue uno de los primeros comerciantes que   establecieron en Venezuela una industria cervecera.  Con tan sólo 10 años de edad,  Salas inició sus estudios  en la  Academia de Bellas Artes de Caracas.  En tal ocasión compartió con Armando Reverón, Manuel Cabré y Federico Brandt, entre muchos otros artistas, nombres inevitables en la tradición de las habilidades de la pintura.

Tito Salas tuvo una existencia larga y fructífera hasta su fallecimiento en 1974.   Ahora bien, laboriosamente podrían sintetizarse en este punto sus formidables aportaciones a los estudios de una contemplación venezolana. Desde ese punto de vista, y desde muy temprano como en los años 1901 y 1902, su talento fue registrado durante dos años consecutivos con el Premio de Pintura de la Academia de Bellas Artes. En 1905 va a París para profundizar su formación en la Academia Julián, bajo la dirección del Maestro Jean Paúl Laurens. Alcanza a viajar por varios países de Europa, donde su ojeada se acrecienta ante la perspectiva de pintores como Ignacio Zuloaga, Joaquín Sorolla y otros. Cuando regresa de Italia en 1911, trae consigo el Tríptico de Bolívar.
Por cierto,  acostumbrado a estar en los distintos escenarios protocolarios, he visto muy de cerca las obras de Tito Salas, no soy un experto en las artes plásticas,  pero si he contemplado las líneas de expresión en los dibujos del extinto pintor.  Uno de ellos se encuentra en el Palacio Federal Legislativo, concretamente en el Salón Tríptico, que sirve de antesala al Presidente de la República cuando asiste a las distintas ceremonias como:  Juramentación del Presidente Electo de la República; Presentación del Mensaje Presidencial, Actos del 5 de Julio entre otros.  El cuadro lo describen: el Juramento en el Monte Sacro en Roma; el Paso de los Andes y la Muerte del Padre de la Patria en Santa Marta.
Es importante destacar, que  bajo la Presidencia del General Juan Vicente Gómez, se organizaron distintos actos protocolarios y distintas ceremonias,  con motivo del Centenario de la Independencia Nacional.  La historia reseña un escrito que dejara el extinto notable Uslar Pietri.  Cito: "Para el Centenario de la Independencia -escribió Arturo Uslar Pietri, volvió a Venezuela en 1911 trayendo su famoso Tríptico Bolivariano, vasta composición en la que sintetizaba la obra de Bolívar en los tres momentos culminantes: La Lección de Andrés Bello, El Juramento en Roma y La muerte Solitaria en Santa Marta y más de los años de su madurez los consagro a ilustrar en grandes telas la vida de Simón Bolíva en la Casa Natal y el Panteón Nacional".
Sus cuadros, algunos de ellos imponentes, forman parte del imaginario público venezolano. Además Salas es reconocido por su obra de historiador de la epopeya bolivariana, que ilustró a escala mural para varios monumentos de Caracas: la Casa Natal del Libertador y el Panteón Nacional.  Su Bolívar Ecuestre,  no sólo impresiona a los visitantes del Palacio de Miraflores sino que se trata de una imagen que la mayoría de los venezolanos llevamos con nosotros, aun cuando no sepamos que es una obra de Tito Salas,
Su representación de El terremoto de Caracas de 1812 es indisociable del episodio en el que Bolívar habría pronunciado aquella frase cito: “Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Otro imponente cuadro suyo, La Batalla de Araure, quizás resume como ninguna otra la imagen heroica de Bolívar, arriba de un portentoso caballo blanco en el centro de la composición, mientras a su alrededor se observa la diversa elocuencia del combate. Estos pocos ejemplos parecen suficientes para fundamentar esta afirmación: Tito Salas ocupa un lugar esencial en la cultura visual venezolana, entre otras razones porque mucho del imaginario visual de Bolívar se debe a su obra.
Desde el año de mil novecientos treinta y uno, vivió en una bonita y anticuada casa de estilo colonial llamada “El Toboso”, ubicada en Petare, junto al río Guaire y el puente de Baloa. Así mismo, afincado allí amasó las usanzas, tradiciones y emociones religiosas nacionales venezolanos en los trabajos que efectuó para sus familiares y afectos, así como también para la Iglesia Parroquial del pueblo que eligió para vivir con los suyos.
Puede aseverarse que Tito Salas pasó la mayor parte de su tiempo de pintor en moldear a través de sus lienzo o murales la historia de Venezuela.  Siguió pintando hasta que su  expiración lo atrapó en Caracas el dieciocho de marzo de un mil novecientos sesenta y cuatro,  siendo su verdadero nombre Británico Antonio Salas Díaz.  Destacado Artista plástico de los lienzos.
Que así sea-
        
*  Comunicador Social UCV
Presidente del Centro de Coordinación de Ceremonial y Protocolo (CECOCEPRO)
Director de Protocolo de laOrganización Internacional de Ceremonial y Protocolo OICP.
 Miembro Principal de la Comisión de Deontología. Sede en la Ciudad de la Asunción República del Paraguay.








Bandera venezolana

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Automóviles de los 40

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